Capítulo 12
Capítulo 12
Capítulo 12 Demasiadas coincidencias
—¡Sí, señor! —Los guardaespaldas se movieron de inmediato de forma sincronizada mientras arrastraban a Sophia y Lauren como si las mujeres fueran dos sacos de patatas. Al llegar a la entrada, las arrojaron sin contemplaciones por las puertas.
Los miembros de la orquesta que se habían reunido alrededor para ver esto se quedaron sin palabras, y un silencio sofocante siguió al gesto despiadado e implacable de Nicholas.
Tessa también tardó en recuperarse de la conmoción inicial, y no salió de su aturdimiento hasta que Nicholas volvió a hablar.
—Greg, ¿estás herido? —Nicholas se acercó a Gregory, una preocupación cálida y paternal llenando sus oscuros orbes. Su aspecto era muy distinto al del presidente intimidante y dominante que había sido hace unos momentos.
—Estoy bien, papá —respondió Gregory con un suave movimiento de su cabecita.
Cuando todos escucharon esto, dejaron escapar un suspiro colectivo de alivio.
Sabiendo que ella era la causante de este fiasco, Tessa dio un paso al frente con los hombros cuadrados y dijo disculpándose:
—Lo siento mucho, presidente Sawyer. Esos dos iban detrás de mí, pero Gregory casi resulta herido en medio del caos. Todo esto es culpa mía.
Al oír esto, Nicholas le dirigió una breve mirada gélida, y luego retiró la mirada mientras respondía estoico:
—Sí, todo esto ha ocurrido por tu culpa, pero como alguien más ha sido castigado por ello, te dejaré libre de culpa. —Hizo una pausa y luego añadió en el mismo tono frígido—: De todos modos, ya es casi la hora de comer. Llevaré a Gregory a casa después de que cenemos en el restaurante. Acompáñame.
Con eso, levantó a Gregory en sus brazos y se dirigió a las puertas.
Mientras Gregory se apoyaba en la curva del ancho hombro de Nicholas, su mente empezó a correr. Estaba desesperado por idear un plan para permanecer al lado de Tessa durante el resto del día.
Tessa, por su parte, no se atrevió a entretenerse mientras se arreglaba la ropa y seguía a Nicholas fuera del edificio.
…
Los tres se encontraban en un restaurante privado llamado Winston Trove. Al ser uno de los restaurantes privados más exclusivos del sector, el jefe de cocina que lo regentaba era tan bueno como cualquier chef con estrella Michelin, y en una ocasión había participado en la preparación de la comida de un banquete nacional. Miembros de la alta sociedad e iconos famosos habían intentado cenar aquí, pero el restaurante no los aceptaba a menos que tuvieran una reserva hecha con al menos un mes de antelación.
En circunstancias normales, Tessa nunca habría podido poner un pie en un lugar como éste. Sólo gracias a Nicholas y a sus poderosos contactos pudo sentarse hoy aquí para el que sería el almuerzo más caro de su vida.
Dicho esto, la presión que acompañaba a una comida tan exquisita era insuperable y asfixiante. Tessa se sentó rígida en su asiento, sin saber si respirar era algo que podía permitirse en presencia de un magnate de los negocios de fama mundial.
En cambio, Nicholas parecía bastante tranquilo, aunque no abiertamente impasible. Pidió unos cuantos platos, y cuando le entregó el menú a Tessa, le dijo:
—Pide lo que quieras.
Tomó el menú con gracia, con la intención de pedir algo sencillo para ella, pero cuando vio los precios del menú, casi se le salen los ojos de las órbitas.
«Estos precios son ridículos». Se quedó mirando los números con incredulidad. «¿Brócoli salteado con un precio de tres dígitos? ¿Qué, el brócoli estaba plantado en tierra dorada o algo así?»
Temblando al pensar en la cuenta que vendría al final de esta comida, hizo un pequeño pedido y eligió el zumo de frutas más barato que había, luego entregó con manos temblorosas el menú al camarero.
—Gracias. —Consiguió dar las gracias al camarero, todavía incrédula.
No tardaron en servir los platos, y todos tenían un aspecto tan delicioso como su olor. Estaban ordenados en el centro de la mesa del comedor, con una estética tan agradable que resultaba difícil creer que se trataba de comida de verdad.
Mientras la mirada de Tessa recorría los platos, observó con no poca sorpresa que todos llevaban ingredientes de lujo, cuyos nombres era probable que no pudiera pronunciar.
Es más, los platos que tenía delante tendrían al menos un precio de cuatro cifras cada uno.
Tragó saliva y de repente se quedó sin palabras mientras reflexionaba con nostalgia para sí misma: «Esta gente rica sí que vive de forma diferente. Sólo esta comida me costaría un mes de ingresos».
Justo entonces, una voz dulce e infantil la sacó de sus pensamientos.
—El almuerzo lo va a pagar papá hoy, señorita bonita, ¡así que atrévase! —Gregory le dedicó una adorable sonrisa.
Tessa le dirigió una suave sonrisa al escuchar su invitación.
—De acuerdo.
Podría haber accedido a comer, pero apenas comió nada.
Al ver esto, Gregory preguntó preocupado:
—¿Por qué no come, señorita bonita? ¿No le gusta la comida?
Nicholas la miró inquisitivamente al oír esto y presionó:
—¿Qué pasa? ¿La comida no le sienta bien a su paladar, señorita Reinhart?
—Oh, no, no es eso. Todo está delicioso —se apresuró a decir Tessa, y luego paladeó unas cuantas cucharadas de comida en su propio plato.
Tanto el padre como el hijo no dijeron nada más después de esto, y los tres comieron su comida en silencio.
Nicholas no era muy hablador, aunque de vez en cuando ayudaba a Gregory a cargar su plato.
A Tessa, por su parte, le mortificaba tanto la idea de que las cosas se volvieran incómodas que optó por dedicar la mayor parte de su energía a pelar gambas y cangrejos para Gregory, pero en ese momento, Nicholas señaló con su característico barítono profundo:
—Señorita Reinhart, Greg no puede tomar cangrejos. Es alérgico a ellos.
Parpadeando sorprendida por esta nueva información, dijo:
—¿De verdad? Yo también soy alérgica a los cangrejos.
—¿De verdad? —exclamó Gregory, encantado de tener algo en común con su señorita bonita favorita. Y añadió con entusiasmo—: ¿Sabe qué, señorita bonita? No sólo soy alérgico a los cangrejos, sino también a las gambas y a otros mariscos. No puedo tocarlos, ¡pero puedo comer pescado!
Tessa no pudo ocultar su desconcierto al escuchar esto.
—¡Qué coincidencia! Yo también.
Junto a ellos, Nicholas escuchó su intercambio con una expresión sombría en su rostro. Empezaba a pensar que aquella mujer intentaba caerle bien a Gregory, pero al observarla más de cerca, se dio cuenta de que, en efecto, evitaba las gambas y los cangrejos, aunque comía una buena ración de pescado.
También se dio cuenta de que era una comedora bastante exigente. Había escogido con delicadeza las cebollas verdes, el cilantro y las zanahorias de su comida, y todo ello resultaba ser lo mismo que Gregory odiaba.
Lo que era aún más ridículo era que su gusto por la comida coincidía con el de Gregory, y ella era tan exigente como él.
La revelación hizo que Nicholas se sintiera triste. Le gustaba pensar que todo aquello eran coincidencias, o más bien, coincidencias que habían sido creadas adrede por aquella mujer.
A mitad del almuerzo, Tessa se excusó para ir al baño.
En el momento en que ella se levantó de la mesa, Nicholas sacó su teléfono y se apresuró a enviar un mensaje de texto a Edward, su asistente.
[¿Cómo va la investigación sobre Tessa Reinhart?]
Mientras tanto, Edward había pasado una mañana entera investigando todo lo que había que saber sobre Tessa y sus antecedentes. Sin embargo, se sintió abrumado cuando vio la información que había recuperado con tanto esfuerzo. Content © copyrighted by NôvelDrama.Org.
«Esta… Ella…»