Capítulo 40
Capítulo 0040
Julio tecleó en su teléfono: [Entendido].
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Natalia, al ver que finalmente dejaba su trabajo, no pudo evitar preguntar: -¿La señora nos envió un mensaje para apresurarnos?¡
Los labios delgados de Julio se abrieron ligeramente, revelando su gran impaciencia: -¡No!
Natalia estaba a punto de preguntar de qué se trataba, pero antes de que pudiera hacerlo, notó que la mirada de Julio se posaba justo en la ventana.
El vehículo pasó frente al restaurante La Luna Dorada.
En el resplandeciente exterior, un coche se detuvo y dos figuras, una grande y otra pequeña, salieron.
La mirada de Julio se fijó involuntariamente en el niño. Aunque llevaba sombrero y mascarilla, no podía ver claramente su rostro, pero sentía una extraña sensación de familiaridad.
Observó cómo ambos entraban rápidamente al restaurante.
Julio le indicó al conductor: -Detente.
Natalia se sintió algo intrigada: -¿Qué sucede?Property belongs to Nôvel(D)r/ama.Org.
Julio no respondió, abrió de inmediato la puerta y bajó del vehículo directamente.
En el restaurante La Luna Dorada...
Viviana acababa de bajar del coche con Oscar y sintió la urgencia de ir al baño. Llamo a Silvia para que bajara a recibirlo. Silvia salió justo a tiempo para ver a Julio, impecablemente vestido con un traje, caminando directamente hacia ella.
La palma de la mano de Silvia estaba empapada de sudor por completo. Instintivamente, quiso apartar la mirada y alejarse. Sin embargo, Julio fue el primero en hablar: -Qué coincidencia.
Silvia no tenia a dónde escapar y solo rezaba para que Viviana y Oscar no aparecieran en ese momento.
-¿El señor Ferrer también viene a comer aquí? -respondió con una sutil excusa.
-Tengo algunos asuntos que atender, así que no quiero molestarlo.
Pero justo cuando estaba a punto de irse, escuchó la voz de Viviana:
-Silvia.
El corazón de Silvia dio un vuelco total.
Como Julio estaba de espaldas a las escaleras, cuando Viviana y Oscar subieron, solo vieron a Silvia y no vieron el rostro de Julio. Por
lo tanto, Viviana la saludó.
Julio se dirigió directamente hacia la voz de Viviana y vio de repente a Oscar que se aproximaba. Aunque llevaba una mascarilla un poco peculiar, sus ojos negros como el ónix le producían una extraña sensación de familiaridad.
De repente, todo se volvió silencioso y un poco nublado.
Viviana sintió un escalofrío en su corazón.
Silvia contuvo la respiración lo más que pudo, temiendo que su hijo llamara. Pero para sorpresa de todos, Oscar corrió hacia ella.
-¡Hola, tía!
Después de decir eso, tomó la mano de Viviana..
-Mamá, estoy muy hambriento. Vamos a comer juntos con la tía, Viviana volvió en sí misma.
-Ah,
SI, vamos a comer ahora mismo.
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-Vamos, Silvia -dijo, tomando la mano de Oscar y empujando fuertemente a Silvia hacia adelante. -Señor Ferrer, disculpe -dijo Silvia. Luego, llevó rápidamente a Viviana y Oscar hacia la sala reservada.
Una vez que cerraron la puerta, Silvia finalmente se sintió aliviada después de la tensión que allí había vivido.
Julio ya no prestó atención al niño. Cuando de repente bajó las escaleras, pagó la factura por Silvia y su grupo y luego él se marchó.
Después de haberse asegurado de que Julio se había ido, Viviana abrazó muy fuerte inmediatamente a Silvia. Silvia, lo siento mucho. Fue mi culpa. No pensé que Julio estaría aquí.
Silvia le dio unas palmaditas en el hombro lentamente.
-Está bien, yo ni siquiera sabía que entraría de repente al restaurante.
-Gracias a Dios que Oscar reaccionó rápido, de lo contrario, quién sabe qué habría pasado dijo
ana,
temblando al recordar los ojos de
Julio momentos antes.
Oscar, que estaba al lado, consoló
suavemente a las dos: -Mamá, tía que
Viviana, no se preocupen. Sé qu
frente a los demás, mamá tiene qu
mantenerse soltera, así podrá
encontrar un papa para mi y mi The
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hermanito.
Silvia lo abrazó con fuerza y amor, con la voz entrecortada: -Mi amor, ¡lamento mucho haberte hecho pasar por esto!
Mi amor, lo siento. No es que mama no te contara la verdad, ¡es que mamá no quiere perderte! Pensó Silvia mientras lo abrazaba cont fuerza.
El rostro de Oscar se sonrojó un poco al instante: -¡Mamá, no llores!
Como el hijo mayor, siempre había
mostrado madurez y rara vez se
mimaba con Silvia como
No con
com
lo hacía
Juan No esperaba que un abrazo le
hiciera sentir en realidad tanta
felicidad. The content is on
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Silvia se secó las lágrimas y le dio un toque en la cabeza.
En el futuro, no te permitiré tomar decisiones por tu cuenta, jo te daré un azote en el trasero!
¿Un azote en el trasero?
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