Capítulo 55
Capítulo 55
Miré a Kent con la cara llena de shock, y me tomó un buen rato digerir la realidad, le arrebaté de las manos el papel que tenia, y me entró un aire frio por la boca. Yo pensaba que había escrito cualquier cosa, pero resultó que era la respuesta correcta.
“¿Tú has estudiado esto?“, le pregunté sorprendida, entre el asombro y la incredulidad.
¿No era él un poco tonto?
Kent asintió con la cabeza: “Es sencillo“.
Esa palabra ‘sencillo me picó el orgullo. ¡No puede ser! Yo siempre fui la primera de la clase, y en la universidad era la estudiante estrella, orgullo de los profesores. Aunque no era ningún genio, siempre habis sido una estudiante más que decente, ¿cómo era posible que Kent sea más listo que yo?
*¿Acaso viste las respuestas antes?“, le pregunté, no muy convencida, mientras seguía resolviendo problemas en el papel.
Pero él resolvia cada pregunta con rapidez, y todas sus respuestas eran correctas. Incluso, se distraia todo el tiempo, mirándome de reojo. Y aun así, resolvia los problemas con esa velocidad, eso ya no era cosa de ser simplemente un genio.
Era como si los locos estuvieran a la izquierda de Dios y los genios a la derecha, y él pudiera pasearse entre ambos lados a su antojo.
“¿Tú fuiste a la universidad?“, le pregunté, tentando terreno.
“Universidad de la Capital“, él me dijo. Tomé aire profundamente, asi que si había ido a la universidad.
“A los calorce años, Clase Élite, con una beca“, continuó.
Me quedé helada por un momento. ¿Clase Élite? ¿Por qué me suena tanto? De repente, un dolor de cabeza me golpeó y flashes de memoria pasaron por mi mente. Dos niños parados en la puerta del Centro de Bienestar, sosteniendo orgullosos un diploma, y una pancarta que tenia felicitaciones por las becas a la Clase Élite.
Me llevé una mano a la frente, tratando de recordar más, pero los recuerdos se trababan.
A los catorce años en la Universidad de la Capital, sin siquiera presentar el examen de admisión, eso si que es de un verdadero genio.
“Entonces, ¿por qué te la pasas en el orfanato haciéndote el loco?“, le pregunté, intentando parecer calmada, cada vez más intrigada por los secretos de Kent.
Estaba claro que este tipo no estaba loco. ¿Y esa actuación? ¿Era a propósito? ¿Para matar y desviar la atención?
“Nayri me dijo que la esperara“, Kent bajó la mirada, con un tono de voz triste.
Frunci el ceño, ¿qué? ¿Nayri? ¿O soy Ainara?
“¿Por qué le haces tanto caso? La Nayri de la que hablas, ¿soy yo?“, no confiaba del todo en el hombre que tenia enfrente, aunque pareciera demasiado inocente. Me señalé a mí misma, buscando su reacción.
El me miró a los ojos un momento y luego asintió con fuerza. Entonces, ¿la promesa se la hizo a Ainara?
No podia descifrar a ese hombre. Por una simple promesa a una mujer. ¿se podia hacer el tonto en un orfanato durante tantos años? Parecia demasiado obstinado, casi como esos monstruos de los que se
hablaba en los libros, los que casi rozaban la santidad.
Capitulo 55
“¿Vale la pena desperdiciar tu talento esperando a alguien?“, le pregunté, movida por la curiosidad.
“¡Vale la pena!“, Kent respondió con un pequeño arranque de temperamento. “Nayri dijo que esperara“. Ccontent © exclusive by Nô/vel(D)ra/ma.Org.
Me llevé la mano a la frente de nuevo. Mejor dejarlo asi, intentar sacarle información a alguien que podria ser un criminal con problemas mentales no era tarea fácil.
“Estoy cansada, necesito dormir un rato“, necesito recargar energias para pensar cómo salir de esta.
Kent no dijo nada, me vio entrar al baño a lavarme y él hizo lo mismo. Siguió mis pasos, si yo me cepillaba, él se cepillaba, si yo me lavaba la cara, él me miraba. Cuando sali del baño, él me siguió y se tumbó a mi lado en la cama.
Solo de pensar que él podría ser un asesino o un cómplice, mi cuerpo se tensaba involuntariamente, pero estando en la misma habitación con ese loco, no me quedaba más remedio que aguantar. Pero subestimé una realidad, esos ojos suyos, sus pestañas largas y una belleza embrujadora; admito que la gente no podia resistirse a lo bello.
Volviendo en mi, dejé que la razón tomara el control: “Bájate y duerme en el suelo“.
Kent no replicó, simplemente obedeció y se acostó en el suelo. Me tiré un rato en la cama, dándole vueltas a por qué de repente se habia vuelto tan obediente, si él mismo casi me había asfixiado.
Entre sueños y despertares, el cansancio me empezó a vencer: “Sube a dormir, pero que quede claro, no puedes tocarme“.